
Un relato comunitario
Por: Carola Silva.
Hace ya unos cuantos años llegamos, mi familia y yo a vivir al barrio que aun habito. El panorama del sector, semirural, existían humedales naturales que por el mal uso e influencia del ser humano se encontraban totalmente contaminados. En estos humedales se cultivaba hortalizas, verduras y otros que luego se comercializaban para el consumo humano. Los barrizales en el sector eran de nunca acabar, la institución educativa para ese entonces era una escuelita rural que atendía a los niños de la comunidad.
A la única persona en este sector que distinguía de tiempo atrás era a Carmen, una persona muy joven y muy trabajadora, para aquel tiempo ya tenía sus cinco hijos, muy pequeños todos. Los cuales se educaban en la escuelita y ella trabajaba en lo que le saliera pero independiente.
NARRACIÓN DE EXPERIENCIAS
“Mi nombre es Carmen Rosa Hoyos, tengo 49 años nací en una zona campesina del Departamento del Cauca. Vivo en Bogotá en la Localidad séptima de Bosa desde hace 19 años, llegué proveniente del Tolima. El desplazamiento que produce no sólo el conflicto armado sino lo social desde la falta de empleo y muchas otras oportunidades negadas para nosotros los que pertenecemos a los sectores populares me obligó a llegar a esta capital que aún me ha sido difícil adaptarme. Tengo 5 hijos que están entre los veintisiete y diecinueve años actualmente estudiando y trabajando algunos de ellos para garantizar la sobrevivencia.
Desde que tenía 19 años empecé a preocuparme por buscar soluciones a las diferentes problemáticas que se ven a diario en nuestras comunidades, por lo que no fue difícil vincularme tan pronto llegué a esta ciudad.
En esta Localidad igual que en la mayoría de la geografía colombiana son palpables las expresiones de atropellos, desamparo y desidia por parte de los gobiernos locales y nacionales que hacen que cualquier ser humano se indigne y yo fui una de esas. Muy pronto como ubiqué a mis hijos a estudiar también me integré a la comunidad educativa de uno estos colegios para apoyar el trabajo de exigencia al gobierno distrital para que las instalaciones locativas fueran mejoradas y ampliadas para atender mayor número de niños y niñas y además se ampliara la atención en secundaria.
Después de tres años de diferentes gestiones por parte del rector y la comunidad en general se logró que las instalaciones fueran remodeladas, se construyeron varias y nuevas aulas y la secundaria completa fue un hecho. Definitivamente este como otros logros se dio porque la comunidad se puso a la tarea de arrancarle al gobierno distrital unas migajas para solucionar un problema educativo que según nuestra constitución es un derecho pero que pocas veces se respeta y se cumple por parte de nuestros gobernantes.
Simultáneamente a la lucha por mejores instalaciones del plantel educativo se avanzaba por lograr que se les suministrara a los niños y niñas un almuerzo caliente que cumpliera los requisitos necesarios de un alimento balanceado y en óptimas condiciones de higiene. Esta labor fue abanderada por varias madres de la comunidad educativa y con el apoyo de la Asociación de Padres de Familia del colegio se dio inicio en el año 1999 de un comedor comunitario en donde la misma comunidad lo sostenía prestando sus propios enseres como mesa sillas y menaje compuesto por ollas platos cucharas licuadoras en fin todo lo correspondiente y necesario que pudiera faltar , y para destacar la preparación de los almuerzos estuvo a cargo de las señoras líderes de la comunidad que donaban su trabajo para buscar que este proyecto sobreviviera.
Mientras les estábamos dando un almuerzo a los niños y niñas del colegio también gestionábamos con las instituciones del orden local y nacional un subsidio que permitiera seguir con el comedor, ampliar la cobertura, mejorar la calidad del almuerzo y que se les pudiera dar a las personas que preparaban los alimentos un reconocimiento económico pues en la mayoría de los casos estas mujeres eran cabeza de familia que necesitaban y merecían este aporte. Prontamente la propuesta del subsidio para el comedor fue aprobada por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar aunque no fue aprobado un salario digno para las señoras que cocinaban por lo menos si se logró una pequeña remuneración. Este apoyo del ICBF tenía sus debilidades, pues este servicio solo se podía prestar a la comunidad en época escolar como si en época de vacaciones o receso los niños y niñas no les padecieran hambre.
Se abre una ventana con la administración de la alcaldía de Bogotá Luis Eduardo Garzón quien generó las condiciones para que en Bogotá se crearan comedores comunitarios no sólo para los estudiantes sino también para madres gestantes , lactantes, desplazados, abuelos y en general con alto grado de vulnerabilidad. La administración siguiente de Samuel Moreno dio continuidad a este programa alimentario y nuestro comedor entró a ser beneficiado para atender a nuestra población no solo en época de vacaciones sino en todo el año, y fue en estas administraciones que los recursos asignados llegaron para ofrecer un excelente almuerzo y salario con todas las prestaciones sociales para las personas encargadas de la operación de estos comedores.
Soy una convencida de la importancia de la organización de la comunidad para exigirle al Estado que cumpla con sus obligaciones. Porque gracias precisamente a la participación de la comunidad es que ha sido posible el logro de varios objetivos para el beneficio de ella misma. No se puede desconocer los avances en el tema social de las tres últimas administraciones distritales; éstas han resarcido a la sociedad habitante de Bogotá y en especial a los más pobres algunos de sus derechos que por muchos años han sido pisoteados, lástima que algunas actuaciones han empañado lo bueno que se ha hecho y a pesar de todo falta trabajar más por unas condiciones de vida más justas y equitativas para los sectores populares”.
En la Escuelita con un número limitado de madres de familia nos empezamos a reunir para socializar y analizar las problemáticas de la comunidad que nos eran comunes a todas:
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Falta de empleo
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Falta de ingresos económicos
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Falta de una buena alimentación para los niños
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Calles en mal estado
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Redes de aguas lluvias deficientes y en otros casos ni existían
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Problemáticas socio-económicas muy difíciles en los hogares y otros.
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Drogadicción en nuestros jóvenes
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Embarazos a temprana edad en nuestras adolescentes
Una vez identificadas las situaciones que nos aquejaban empezamos a gestionar alternativas de solución a los problemas. Mediante una Asamblea general que se realizó en la escuelita para hacer parte de la junta directiva de la asociación que prestaba servicio alimentario a los niños del sector, que por esa época funcionaba, logramos que nuestras compañeras hicieran parte de la nueva junta directiva. Salieron personas que sólo buscaban su beneficio personal. Con esta nueva junta directiva se empezó a prestar un mejor servicio a los niños y niñas a quienes iba dirigido este beneficio.
Cuando llovía se inundaba no solo la escuela sino muchas viviendas del barrio y para no hacer perder clase a los estudiantes con baldes y bombas muy manuales sacábamos el agua, como en ocho o diez años que se vivieron las inundaciones, nunca se hizo presente el cuerpo de bomberos para ayudar en estas emergencias. Como estas y otras situaciones con gran frecuencia se presentaban en la escuela y siempre estábamos en disposición de colaborar para la solución de tales eventualidades...
Igual que otras localidades en Bosa su población sigue creciendo, y la demanda educativa también crece, para lo que fue necesario que la Secretaria de Educación reestructurara y ampliara la planta física y pasara a prestar el servicio con todos los cursos de secundaria. La lucha continuaba buscando el mejor estar de los estudiantes.
Para seguir mejorando las condiciones nutricionales de nuestros niños nos propusimos como asociación gestionar con las instituciones subsidios o algún apoyo que sirviera para poner en funcionamiento un comedor escolar y poder darle a los niños un almuerzo, que superara lo que hasta ese momento se les estaba suministrando a los niños que consistía en un refrigerio.
Con muchas dificultades para comenzar con el comedor comunitario, finalmente el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar aprueba apoyo para subsidiar a unos 300 niños de los más necesitados que asistían a la institución educativa para que se les suministrara almuerzo. No sin antes decir que para dar forma y funcionamiento concursaron varias personas de la comunidad aportando voluntariamente trabajo, ideas, menaje de sus propias casas y mucha voluntad para poner a andar este hermoso proyecto, que permaneció por espacio de unos 14 años hasta que el ICBF decidió terminar los comedores escolares y reemplazarlos por otro proyecto.
Es de resaltar que los proyectos alimentarios fueron fortalecidos y fueron visibilizados en la administración del Alcalde Luis Eduardo Garzón. Esta problemática de hambre que se tenía en Bogotá y no solo en los niños sino en adultos, madres gestantes, lactantes, puso en marcha un programa que se denominó “Bogotá sin Hambre” y que benefició a muchas personas en la ciudad.
Nuestra Asociación El Porvenir amplía su radio de acción, gracias a la buena administración y desempeño en los contratos realizados; abriendo comedores comunitarios en barrios aledaños y recibiendo apoyo además de ICBF como de la Alcaldía Local alcanzando a suministrar almuerzos diariamente a más de 2.000 personas.
Para esta época la Representante Legal me asignó la responsabilidad de administrar el comedor comunitario Santa Teresita del niño Jesús, ubicado en el barrio Villa Emma, desde donde realicé funciones de gestora social y posteriormente de coordinadora; cabe anotar que era la primera vez que recibíamos un sueldo. En los comedores que subsidiaba el ICBF le aportaban a las compañeras una bonificación por el trabajo realizado, se manejaba la figura de “Servicio Voluntario”.
Una vez instalada en el comedor apoyado por la secretaría de integración social, desempeñé funciones a consciencia, ayudando a los más necesitados. En los gajes del oficio conocí a Mauricio, un habitante de calle que se acercó a pedir comida, uno de mis compañeros de trabajo coordinador de la época le pasó algo de comida por una ventana en una bolsa plástica, no lo dejó entrar al recinto. A partir de ese momento me propuse ayudar a Mauricio y en complicidad con la Representante Legal nos dimos a la tarea de brindarle la mejor atención a este ser humano. Se presentaron muchos inconvenientes con el coordinador y la jefe de cocina quienes entre otras son creyentes, pregonan y predican la religión católica, sin embargo rechazaban a Mauricio por su condición de indigencia; se negaban rotundamente a prestarle el servicio como a un integrante más de la comunidad. En mi calidad de Gestora social y como persona se le prestó el servicio, atendiéndolo y sirviéndole en una mesa igual que a todos; así transcurrió el tiempo, Mauricio llegaba algunos días al comedor. Un día cualquiera llegó con heridas de arma corto punzante, el joven que se encontraba conmigo en ese momento, llamó a emergencias al 123, luego de informarles lo sucedido no tardaron mucho tiempo en llegar con la ambulancia a recogerlo. Salí con él a buscar un centro asistencial. Llegamos a dos sitios en los cuales no nos atendieron debido a su condición de habitante de calle. El tercer sitio fue el hospital de Bosa Centro donde lo recibieron pero me pidieron que pagara la urgencia para atenderlo. Yo les expresaba que mi oficio era gestora social en un comedor comunitario y que mi deber era llevarlo para que le prestaran atención médica. Como era un viernes y para no dejar ese ”problema” para los del fin de semana entre ellos hicieron una recolecta entre los cuales obviamente caí; y fue la forma como lo atendieron. Yo salí del hospital una vez lo empezaron a atender. Le dieron de alta esa misma noche, al otro día llegó al comedor temprano para mostrarme lo que le habían practicado y a profesarme agradecimiento. Siguiendo con el relato, él, me veía como a su madre, quien le conseguía ropa, abrigo y zapatos. Pero un día que llegó al comedor al ver que estaba tan ocupada con los niños beneficiarios, en un descuido se llevó mi teléfono celular, esta actitud me dolió mucho. En cuanto a él, no se volvió a aparecer por el comedor, tal vez, después de pasarle el momento del efecto del consumo, se arrepintió por lo hecho. Eso sí, de mi parte le tenía un regaño preparado, pero ésto no sucedió porque un día de junio de 2008 o 2009, no recuerdo bien me llegó la noticia que otro habitante de calle lo había asesinado en esa madrugada, dizque lo hizo arrodillar y en esa posición, lo asesinó. Aun me duele la suerte de ese muchacho.
Hoy día, aunque trato de ayudar a otras personas similares, me he hecho el propósito de no entregarme como lo hice con él. Esto porque entiendo que el problema no se resuelve con pañitos de agua tibia. El estado tiene la obligación y no ha querido solucionar tan grave problema, con todas las herramientas a mano, mucho menos un ciudadano de a pie, que carece de tales recursos para lograrlo.
Aún sigo pensando que el trabajo social comunitario gestionando y movilizando las mentes es definitivo y necesario para dar solución a las tantas problemáticas que nos aquejan a la mayoría del pueblo colombiano, y organizados las mayorías que estamos excluidos seremos capaces de exigirle y arrebatarle al estado lo que siempre nos han negado y que nos pertenece. En nuestro país se hace necesario y urgente un cambio estructural para que dé respuesta a las necesidades de las mayorías.